HEMOS ESCUCHADO QUE NO SE DEBE ELEGIR UN LIBRO POR SU PORTADA, Y

EN EL CASO DEL VINO PODRÍA PENSARSE LO MISMO. PERO CON EL PASAR DEL

TIEMPO, EL ARTE DE LAS ETIQUETAS QUE ENVUELVEN LAS BOTELLAS DE VINO

BUSCA EXPRESAR LA BELLEZA Y LA ORIGINALIDAD DE SU CONTENIDO.

Cuando se trata de vino, el sabor desempeña naturalmente un papel fundamental en la decisión de compra. Sin embargo, en un mercado con una amplia y diversa gama de productos, la apariencia desempeña un papel igual de crucial, sobre todo cuando se compra en un supermercado. La etiqueta de una botella de vino es así lo primero que ven los consumidores en las concurridas estanterías de una bodega o tienda. Esta primera impresión es crucial y puede determinar si un consumidor se detiene a examinar más detenidamente el producto o sigue adelante. Por eso, un diseño cuidado y estéticamente atractivo puede llamar la atención, despertar el interés y animar al consumidor a descubrir el vino.

 

UN POCO DE HISTORIA

Con el descubrimiento de una tumba egipcia con una antigüedad de más de 3,500 años a.C., en la que había ánforas en las que algunas inscripciones estaban grabadas; podemos decir que el concepto de la etiqueta no es algo nuevo. En estas ánforas, los datos grabados eran la fecha y el nombre de una persona.

 

Hasta el siglo XVII, los vinos que se comercializaban eran transportados en barricas. Las etiquetas no se imprimían en papel, sino que eran estampadas con un hierro al rojo vivo sobre la madera. Es en el siglo XVIII, con la fabricación de las primeras botellas en vidrio, que se buscó la manera de presentar la información ligada al transporte comercial del vino. En esa época, se utilizaban manuscritos en pedazos de papel.

 

A partir de 1796, la impresión de etiquetas en serie fue posibles gracias a la invención de la litografía. Las primeras etiquetas habían nacido y contenían algunos elementos gráficos, colores e información técnica sobre la bebida. Con la proliferación de bodegas y vinícolas, una atención particular fue cada vez más concedida a las etiquetas, con el fin de romper esquemas y atraer a los consumidores.


SEGURAMENTE HAS BEBIDO UN VINO TINTO, BLANCO O ROSADO QUE TENÍA UN

SABOR O UN OLOR EXTRAÑOS. EXISTEN VARIOS CRITERIOS PARA JUZGAR LA CALIDAD

DE UN BUEN VINO. SE DIVIDEN EN TRES CATEGORÍAS: DEFECTOS VISUALES, DEFECTOS

OLFATIVOS Y DEFECTOS GUSTATIVOS. EN ESTE ARTÍCULO DESCUBRIRÁS CÓMO

DETECTAR UN VINO EN MAL ESTADO.

LOS DEFECTOS VISUALES

 

1. Un vino turbio

El primer defecto evidente es la contaminación bacteriana. Cuando el vino está contaminado, parece turbio al mirarlo contra una fuente de luz, pero esto no siempre significa que esté infectado. Hay que tener cuidado. En el caso del vino tinto, puede tratarse simplemente de un depósito, y en el caso del vino blanco, de cristales. Para distinguirlos, vierte el vino en un vaso y espera unos minutos sin tocarlo: si el vino está turbio en el fondo del vaso, se trata de un depósito o de cristales, que no afectan al sabor del vino. Sin embargo, si el aspecto general del vino es turbio, hay contaminación bacteriana y lo mejor es deshacerse del vino, ya que habrá perdido todos sus aromas e incluso será indigesto debido a su elevada acidez.

 

2. Vino espumoso

A veces el vino contiene burbujas, nada inusual para el champán, pero para un vino tinto no es una buena señal. Si ves burbujas, puedes probar a airear el vino. Si sigue efervescente, puedes vaciarlo en el fregadero. Esta efervescencia se desarrolla cuando el vino sufre una segunda fermentación. Esta cualidad es muy frecuente en los vinos orgánicos, que no contienen sulfitos, utilizados para conservar el vino. Por ello, si tu vino es orgánico o natural, esta efervescencia no debería preocuparte, siempre y cuando el vino se consuma en un plazo no muy largo de tiempo.

 

3. Un vino oxidado

El último defecto que se aprecia a simple vista es la oxidación. Cuando el vino se embotella, se le priva de aire porque el contacto con el oxígeno degrada el vino. La oxidación se produce cuando las botellas se embotellan de forma incorrecta o cuando se cambian las cubas. También se produce cuando se deja una botella abierta durante demasiado tiempo. Un vino oxidado pierde su brillo y tiende a volverse marrón anaranjado en el caso del vino tinto, o a oscurecerse en el caso del vino blanco.


INTRADUCIBLE PARA MUCHOS, LA PALABRA FRANCESA TERROIR DA

LA VUELTA AL MUNDO CON SÓLO CAMBIAR DE ACENTO. CONCEPTO

CLAVE DE LA VINICULTURA, EN MÉXICO ESTA PALABRA SE SUSTITUYE EN

OCASIONES POR LA DE «TERRUÑO ».

De entrada, cada cual tenderá a simplificar este concepto particularmente complejo, según su propia sensibilidad y su propia historia. Más aún cuando el terroir se caracteriza por su perpetua evolución: nada es inmutable, ni los climas, ni las tradiciones, ni siquiera las montañas. Todo se mueve y evoluciona, más o menos rápidamente, y el terroir también.

 

Por eso, una definición fija del terroir sigue sin estar muy aceptada, pues esta ha evolucionado a lo largo de los siglos. Es solamente desde el siglo XVIII que la noción de terroir se refiere a un territorio, Francia por ejemplo, país donde esta noción es ampliamente utilizada. Durante la Edad Media, el terroir abarcaba simplemente la unidad social de un pueblo, que poco a poco pasó a incluir una provincia entera.

 

A pesar de que el terruño no es ]w y puede ser difícil definirlo, sin duda tiene su lugar en la evaluación de cualquier producción agrícola, ya que permite determinar el carácter específico de cada producto en función de su lugar de origen, de las tradiciones que allí se han perpetuado, de las estaciones y de las personas que lo habitan. Porque conviene recordar que el terroir sólo existe gracias a la presencia del hombre. Sin las personas, el terroir no produce nada.

 

En este sentido, el concepto amplio de terruño se refiere no solo a lo que concierne a la viticultura, sino que es una zona geográfica definida por una comunidad humana que, a lo largo de su historia, ha construido un conjunto de rasgos culturales, conocimientos y prácticas distintivas, basados en un sistema de interacciones entre el medio natural y los factores humanos. El saber hacer puesto en juego revela una originalidad, confiere una tipicidad y permite el reconocimiento de los productos o servicios originarios de esta zona y, por lo tanto, de las personas que viven en ella. Los terroirs son espacios vivos e innovadores que no pueden equipararse únicamente a la tradición.

 

Los productos que se producen en estos terruños son el objeto de promoción y valorización turística o patrimonial en algunos países. Pensemos en el café de las montañas de Chiapas, la vainilla de algunos pueblos de Veracruz, la cecina de Yecapixtla en Morelos o la miel de abeja melipona en Yucatán para el caso de México. Más aún, el maguey y el mezcal producido a partir de este, han significado la expresión de la diversidad...